Hoy quería escribir un poco acerca de la fotografía street.
Hace unos pocos minutos vi una entrevista a una fotógrafa italiana, de nombre Rafaella, a la que le gustaba mucho fotografiar personas por la calle en sus viajes.
Ella comentaba que además de caradura, hay que ser respetuoso. Su táctica es siempre pedir permiso y, aún así, logra captar espontaneidades. Magnífico trabajo.
Pero no todos somos tan buenos, ni tan caraduras, ni tenemos el don de la palabra que convence.
Me reconozco a mi mismo como un ser frustrado en este sentido. Paso muchas horas en la calle, en distintas zonas, y hay días que veo centenares de fotografías con las cámaras de mis retinas, pensando en que ese breve instante merecía ser inmortalizado.
Tal vez mi frustración sea en parte culpa mía, pues al final nunca hago la fotografía. Sin embargo, hay un motivo y se llama temor.
Vivo en un país supuestamente libre, donde solo los fotoperiodistas tienen inmunidad a la hora de hacer fotografías. Bueno, inmunidad relativa, porque imagino que una fotografía del Rey de España en paños menores no se la permitirían ni revelar... Pero para todo lo demás, inmunidad total.
En cambio el aficionado, como un servidor y como seguramente tú, que lees este artículo, se ve en otro papel distinto. Si no tienes permiso eres un ladrón de “identidad”.
Y es que yo comprendo muy bien el derecho a la intimidad. Comprendo que no me puedo meter por la ventana de una casa y retratar a una pareja retozando. Pero por contra no comprendo que no pueda fotografiar a quien me de la gana en lugares públicos.
En este instante es donde entra el debate, en mi punto de vista ocasionado por el tremendo vacío legal al respecto, ya que nadie se pone de acuerdo en dónde está el límite. Pero leyes a parte, volvamos al ejemplo.
Si yo me encontrase en la plaza del sol de Madrid, por suponer, y veo una mujer preciosa acompañada de un galante caballero y me siento atraído, los querré fotografiar.Están en un lugar público y, por tanto, en teoría puedo hacer la fotografía sin miedo. Y claro, hacerla puedo, compartirla... ejem, es otro tema.
Sin embargo, volviendo al mismo ejemplo, estoy en la plaza del sol con un amigo, él posa para mi con el fin de tener un recuerdo y le hago la fotografía. Cuando la revelo y miro con detalle veo que están enfocados esa misma pareja, que venía por detrás. Teóricamente el sujeto de mi fotografía es mi amigo y, por tanto, no la pareja. Por lo que se entiende que no tienen derecho a reclamar nada... repito, “se entiende”, pero lo que pase al final nunca se sabe.
La cosa es que, si yo subo la fotografía de la pareja sola y la de mi amigo con la pareja infiltrada, ¿Qué diferencia hay? Ellos salen igualmente. No lo comprendo...
Hace algunos años ya, un tal Cartier-Bresson, héroe de la fotografía para muchos, hacía fotografía street a diestro y siniestro y nadie le ha acusado nunca de robar fotografías. Muchas de las mejores fotografías que he visto a lo largo de mi vida han sido los conocidos como “robados”. Si Bresson no hubiera hechos esas fotografías habríamos perdido importantes fuentes documentales de cómo era la vida cotidiana entonces. Y eso es lo que estamos empezando a perder ahora.
Dentro de 50 o 60 años la humanidad podrá cómo eran las personas que vivieron con Bresson, pero les será difícil ver cómo eran las de nuestra época. Pero no voy a ser tan pesimista. Siempre quedarán las fotografías de prensa para hacer ese trabajo... Para algo les pagan, ¿no?.
Ojalá las personas fueran más abiertas de mente y no tan duras de corazón. Ojalá entendieran que yo no pretendo ficharles para no se que banda terrorista y asesinarles de un balazo, o ir a sus casas a robarles. Me parece a mi que mucha ciencia ficción hay en las cabezas de esta humanidad y también demasiados miedos.
No. Yo quiero saborear el regusto de captar un momento único e irrepetible en la vida de un desconocido siendo capaz de registrar sus características. Quiero poder recordar esos gestos tan atrayentes una y mil veces. Quiero documentar por mi mismo la vida de quienes me rodean. Quiero hacer fotografía sin miedo a ser denunciado o acusado. Quiero hacerte una fotografía sin ningún ánimo de lucro, sin más allá que el placer que eso me produce.
Soy fotógrafo y como tal quiero poder fotografiar, creo que yo también tengo algún derecho, y tú, querido lector, también los tienes.
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